En sus rostros
no se dibuja más que la diversión y la euforia mientras intentan correr hacia
el coche, sin parar de reír, y dejando atrás aquél tipo de espalda ancha y de
tez ruda que les persigue.
Suben los cinco
dando grandes portazos y, entre gritos de victoria y más carcajadas, se alejan,
pisando a fondo el acelerador, de todos aquellos ojos curiosos y ajenos a la
situación.
Uno de los cinco
abre la ventana y se asoma, gritando y mirando hacia atrás, dejando que el
fresco aire le revuelva y despeine su pelo cobrizo.
La chica de
delante sube el volumen de la música y, ya todos en su sitio, empiezan a cantar
con las manos bien arriba, algunas entrelazadas entre las otras, sin querer
soltarse.
La excitación del primer momento va menguando mientras pasan los minutos de vuelta a casa. Las dos chicas y el chico que se sientan en la parte trasera del coche largo, viejo y azul, se bajan. El coche vuelve a acelerar y los tres corren detrás de los otros dos, dando grandes zancadas, despidiéndose con las manos en el aire y riendo. Sintiéndose libres, felices, jóvenes.
La excitación del primer momento va menguando mientras pasan los minutos de vuelta a casa. Las dos chicas y el chico que se sientan en la parte trasera del coche largo, viejo y azul, se bajan. El coche vuelve a acelerar y los tres corren detrás de los otros dos, dando grandes zancadas, despidiéndose con las manos en el aire y riendo. Sintiéndose libres, felices, jóvenes.
Marcos y Ana se miran, conduciendo a través de la clara noche, y se sonríen ampliamente.
De repente, y
dejando atrás a sus tres mejores amigos y a la gran ciudad, el coche se adentra
por un camino amplio, levantando una leve cortina de polvo blanco por el
resplandor de la media luna. Paran en frente del río.
Apaga el motor
ruidoso del viejo coche, pero deja puesta la música, que susurra lentas letras,
y las luces encendidas.
Sus risas disminuyen
y sus respiraciones se intentan acompasar, calmándose y soltando largos
suspiros de satisfacción.
Un brillo en los
ojos. Una mirada más oscura. Y una sonrisa rebelde.
Sus bocas se juntan y se mueven al unísono. Las manos entrelazadas en ambos cabellos.
Ya en la parte trasera del coche, subiendo el vestido de color rojo, desabrochando la blanca camisa y quitándose la ropa desesperadamente, se dejan querer.
Sus bocas se juntan y se mueven al unísono. Las manos entrelazadas en ambos cabellos.
Ya en la parte trasera del coche, subiendo el vestido de color rojo, desabrochando la blanca camisa y quitándose la ropa desesperadamente, se dejan querer.
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