dilluns, 9 de desembre del 2013

Más de ti

¿Cómo quieres que no te odie si me lo pones todo tan difícil? No hace falta que me digas nada cuando salgas del mar y te tumbas encima de mí para empaparme todo, ni que te excuses por hacerlo, ni que te arrepientas de ello, no, no quiero que lo hagas.

Solamente quiero acariciar ese suave cabello que tanto echo de menos, saborear esos labios que tanta falta me hacen, mirar esos brillantes ojos celestes y contemplar cómo te vas a casa, con tu andar tan peculiar, con el movimiento de cinturas que tanto me gusta. Y quiero más enfados contigo, más peleas por la mañana, más pequeñas sonrisas, más pequeños golpes, más miradas, más susurros, más lamentos, más suspiros, más caricias y más de ti. Quiero que esos corazones vuelvan a latir del mismo modo que latían antes. El término medio está en la virtud, así que quiero todo eso, quiero todo eso y te quiero a ti. A ti para disfrutar de mi vida.

Surt i crida ben fort



Moren milers de nens i nens, avis, àvies, oncles, tietes, mares i pares, i germans. Diàriament.
Hi continua havent explotació infantil.
Ni hi ha llocs de treball, no hi ha feina, no hi ha diners per a menjar, ni per a educar, ni per a curar-se.
Hi continua havent corrupció, lladres, robatoris, estafes.
Tot és repugnant i els països fan fàstic.

Però la societat és cega. Tota ella una cortina de fum.
Només ens fixem amb les coses banals. La majoria materials.
No ens respectem, no lluitem, no cridem, no vivim.

Podem sortir al carrer i canviar?
Podem deixar d'escoltar mentides constantment?
PODEM LLUITAR?

dimarts, 15 d’octubre del 2013

Res




I veure com tot s’acaba…
Un crit sord, callat, amb ràbia, amb por.
Les llàgrimes caient sense parar.
I veure com tot s’ha acabat…




dijous, 5 de setembre del 2013

Feia temps que volia parlar d'això...

Feia temps que volia parlar d’això, i escriure sobre tu, sobre com ets quan ets amb mi, i també sobre com ets quan no hi ets. Però no trobo les paraules justes, necessàries i precises per a definir-te, bella com ets, sensual, màgica. No trobo res per dir-te i que et faci justícia. Així que espero dir-ho de la millor manera, sense equivocar-me, com sé que no ho faig quan sóc amb tu.

La claror es filtra a l’habitació a través de les fines cortines, que es mouen suaument, al compàs del vent, que les belluga fent-les ballar amb el sol de la tarda. Sí, com si fóssim enmig d’una escena d’amor en una pel·lícula americana.

A contrallum, acaricio la teva esquena. La pell se’t tensa amb el contacte dels meus dits, i sento que somrius amb els ulls tancats. El sol que ens escalfa ens deslliura dels llençols desfets que se'ns enreden als peus i ens mantenen units.

Amb l’altra mà enredo els meus dits al teus cabells color caoba, i els aparto suaument per poder-te besar el coll. Torno a sentir com somrius. Et mous, i el llit s’adapta a tu i a la teva forma, perfecta. M’acaricies la cara, els ulls, els llavis i, poc a poc, obres els ulls per mirar-me. Em veig reflectit en els colors de la tardor i sé que sents el mateix que jo. Em somrius dolçament i em fas un petó.

Em passaria tota la vida al teu costat. No em deixis marxar mai.


dimecres, 4 de setembre del 2013

Ella

En la azotea se veía todo mucho más fácil.
De noche, y con el viento revoloteándole el largo cabello color caoba a causa del viento, el cielo de Barcelona seguía siendo negro, oscuro y triste.
Pero ella seguía siendo igual de hermosa. Tal vez incluso lo era más.

El abrir y el apagarse de las luces y su titubeo nos permitía alejarnos, crear como un pequeño refugio a lo alto de un triste, simple y alto edificio de tantos de los que había por allí. El reflejo de esas pequeñas luces la hacía aún más bella.

dimecres, 5 de juny del 2013

Gairebé vaig somriure

Vaig deixar que el sol m’acariciés la pell i que el vent em fes volar els cabells. Feia un dia molt bo, el sol brillava amb molta força i el vent que bufava era suau i no molestava.
Em vaig deixar caure a terra i em vaig estirar enmig de la gespa, envoltada de flors i d’olors noves gràcies a la primavera, i vaig tancar els ulls. El so dels ocells em va relaxar i gairebé vaig somriure.
La nit abans havia plogut i l’herba, encara una mica banyada, em mullava els texans i la camisa de quadres. Però no m’importava.
Només podia tenir un únic pensament al cap, i això em feia molta ràbia. Tenia una sensació d’impotència i de desesperació que em feia ràbia admetre que tot era culpa seva.
Potser ben mirat era culpa meva.

dimecres, 22 de maig del 2013

Café con leche


Salgo de la Universidad de Barcelona y subo la calle Aribau.
Por fin me puedo librar de los muros de piedra, de las gruesas paredes y de los pasillos de la Universidad. Los claustros y los jardines, antes amigos míos, en dónde pasaba la mayor parte de mi tiempo, se habían vuelto sombríos y ya no deseaba ir más allí.
Empiezo a subir calle arriba observando la gente, que va de un lado para otro, sin mirar nada ni ver a nadie. Me detengo ante el semáforo rojo y espero a que pasen todos los coches. A mi lado se pone una señora mayor y su perro me empieza a oler el bajo de los pantalones tejanos desgastados y me lame parte de mis zapatos. Observo a la señora, quien me sonríe a medias y me levanta una de sus gruesas cejas.
La señora lleva puesto un abrigo de plumas rojo, con su cuello enmarañado de pelo y pelusa artificial. Con unos guantes de piel y un sombrero hortera.
El semáforo cambia de color y me alejo sin echar una mirada atrás, aunque sé que me está siguiendo y atravesando con sus pequeños y titubeantes ojos azules, más bien de un color más desgastado por la vejez.
El resto de semáforos me los encuentro en verde. Sigo mi camino hasta llegar a un pequeño bar, escondido en medio de dos grandes edificios paralelos a una calle principal.
Entro y me siento en la penúltima mesa, junto al cuadro que hay colgado de Bob Dylan. El bar era como un refugio. Y hoy necesitaba un refugio.
Desde mi silla podía ver pasar a la gente, ajetreada, con sus carpetas, con sus maletines llenos de incontables e intraducibles papeles, con los móviles enganchados en las manos, sin poder desconectarse ni un segundo, como si de ello dependiesen.

El camarero me trajo el café con leche que había pedido al entrar. Eché el azúcar y empecé a remover la cuchara por la espumosa crema.
En el bar había cinco personas. Dos de ellas sentadas en sus respectivos taburetes, y uno de ellos leyendo el periódico. Las otras tres estaban sentados en una misma mesa y hablaban animadamente. En las paredes, recubiertas con papeles de diferentes colores y tonalidades, colgaban muchos cuadros. No era gente conocida la que salía en ellos, excepto en el cuadro de Dylan que, por alguna razón que desconozco, el camarero pensó que quedaría bien. Gente sin rumbo, sin expresiones, como la gente normal. Como son los que te encuentras por la calle y te dan codazos por querer ir más rápido que tu.
Hay botellas de anís, ron y wiski puestas en una estantería de madera, detrás de la barra. El resto de licores estaban encima de una barra, de madera también, que colgaba de manera paralela desde el techo.
Mi café con leche aún quemaba.
Suelto una carcajada y me río de mí misma. Me había ido rápidamente de la Universidad porque necesitaba evadirme. Llego al bar y me siento. ¿Ya está? ¿Esta era la solución?
Dejo de remover con la cucharilla de metal y abro la carpeta con mis apuntes. Miles de letras, miles de anotaciones. Centenares de hojas y centenares de autores. Publicaciones, años, artículos. Filosofía, reflexiones, literatura, textos. Épocas, estilos y pensamientos distintos. Mis apuntes parecían garabatos mal dibujados, hechos a desgana, sin ambiciones. Aunque es bies cierto que esto no es así, puesto que me encantaba estar rodeada de libros.
Me bebo el café con leche, cojo mi carpeta y le pago al camarero lo que me pide.
Al salir, una corriente del aire frio de invierno me abofetea, así que acelero mi paso hasta llegar a mi piso.
Llego y dejo mi carpeta en su sitio. Reviso el correo electrónico por si hay alguna novedad. Tras cinco minutos conectada a un mundo virtual, cierro el portátil y me voy hacia la estantería. Rebusco uno de los libros con los que estamos trabajando en una de las clases y me voy hacia la sala de estar, donde hay un grande ventanal que da a la calle.
Leo y devoro las páginas. A ratos, cuando la frase es menos interesante observo por la ventana.
Desde allí veo pasar la gente. Otra vez distraída.

dimecres, 17 d’abril del 2013

Atrapats

Atrapats entre els llençols del llit, t'observo somrient i amb els ulls mig oberts, per por de tancar-los i que no hi siguis, per por de que això no sigui real.


dilluns, 15 d’abril del 2013

Al compás

Te mueves a ritmo de la música.
Y gritas.
Intentas encontrar de manera desesperada,
con los ojos cerrados,
y con los hoyuelos dibujados ya en tu rostro,
la entonación perfecta.
Sonríes cuando te equivocas.
Y, llena de felicidad,
intentas convencerme para que baile a tu lado.
Me envuelves el cuello con los brazos
mientras entrelazas tus finas, suaves y delicadas manos en mi cabello.
Y yo escondo mi cara entre tu cuello,
y sonrío al respirar tu perfume.
Te voy dando besos mientras sigues bailando,
pausadamente,
intentando hacer que encuentre el ritmo. Tu ritmo.
Ya los dos con armonía,
bailando al compás,
te beso en la comisura de los labios.
Tú me agarras más fuertemente y nos besamos.
Tú sonríes, te derrites.
Desabrochándonos los botones de nuestras camisetas.
Tirándonos al suelo como dos adolescentes.

dilluns, 8 d’abril del 2013

Molt

Sí. Ja t'ho he dit.
I ara què em queda?
Què he guanyat amb això?
Molt.
I tu m'has mirat, i has rigut.
Un somriure fugaç, com els que a mi m'agraden.
I les arrugues als llavis. Als teus llavis.
I els ulls migs tancats, que també riuen.
I els els dits entrellaçats,
com a mi m'agrada.
Sí, ja t'ho he dit!

dimecres, 20 de març del 2013

Mil ideas en la cabeza


- Me encuentro delante de la hoja en blanco y se me van las ideas. Tengo mil y una cosas que contar, más de un millón de historias pensadas y tiempo de sobra. Pero cuando me pongo a ello, cuando me decido plasmarlo, todo se esfuma. Se va. Y ya no sé nada.
- Lo mejor es que te vayas. Tú vives siempre en una zona, en un mismo ambiente, rodeada siempre de la misma gente, del mismo aire, de la misma lluvia y del mismo humo gris de la ciudad. Vete. Viaja.
- Tengo 19 años. Con 19 años no me puedo ir muy lejos…
- ¡Por eso mismo, hija mía! ¿Con estos años y escribir lo que escribes? Ojalá en mi juventud hubiese escrito como tú. Yo no hacía más que salir a jugar al fútbol, sacar malas notas y estar enfadado con algunas chicas, casi todas, que me daban calabazas. Si  crees que aún no puedes ir muy lejos, te pido que, al menos, cambies de barrio. Camina horas y horas, empápate de lo que dice la gente, observa cómo son, cómo se mueven y caminan, cómo se divierten. Observa, hija, que es la única cosa que un escritor sabe hacer bien.

Así que esto es lo que hice. Salí de mi casa y empecé a caminar. Caminé horas, como me había dicho, e intenté impregnarme de cada una de las esencias nuevas que encontraba a mi paso.
Objetos desconocidos, olores por descubrir, gente imaginada, vidas desconocidas, suspiros que nunca había oído, y ruidos interesantes. Sí, interesantes.
Vi a chicos, a chicos muy guapos, a chicas, a señoras mayores yendo a buscar a sus nietos al colegio, a señores con corbata y con una carpeta negra en la mano que salían de trabajar. Me fijé en los grupos de amigos. En los grupos de gente mayor. En los grupos de niños que jugaban al parque.
Caminé durante horas. Me fijé en un niño pequeño que iba con su abuela. Me pregunté qué sería de él dentro de unos veinte años. ¿Será guapo? ¿No lo será? ¿Trabajará? ¿De qué? ¿Será un economista? ¿Un gran empresario? ¿Tendrá una novia guapa? ¿O quizás un novio? ¿O ambas cosas? ¿O ninguna de las dos? ¿Lo volveré a ver?
Regresé a casa. Cerré la puerta y meneé la cabeza, sonriendo de oreja a oreja.
No debo ser una buena escritora, porque he visto mucho, me he impregnado de mil y una cosas nuevas, he visto cosas que nunca pensaba que existirían, pero sigo delante de la hoja en blanco. Con mil ideas en la cabeza. Sí, en la cabeza. Pero no en el papel.



A Agustín,
gracias.

dissabte, 9 de març del 2013

Libres, felices, jóvenes



Salen corriendo de la discoteca, riendo, saltado y con prisas.
En sus rostros no se dibuja más que la diversión y la euforia mientras intentan correr hacia el coche, sin parar de reír, y dejando atrás aquél tipo de espalda ancha y de tez ruda que les persigue.
Suben los cinco dando grandes portazos y, entre gritos de victoria y más carcajadas, se alejan, pisando a fondo el acelerador, de todos aquellos ojos curiosos y ajenos a la situación.
Uno de los cinco abre la ventana y se asoma, gritando y mirando hacia atrás, dejando que el fresco aire le revuelva y despeine su pelo cobrizo.
La chica de delante sube el volumen de la música y, ya todos en su sitio, empiezan a cantar con las manos bien arriba, algunas entrelazadas entre las otras, sin querer soltarse.
La excitación del primer momento va menguando mientras pasan los minutos de vuelta a casa. Las dos chicas y el chico que se sientan en la parte trasera del coche largo, viejo y azul, se bajan. El coche vuelve a acelerar y los tres corren detrás de los otros dos, dando grandes zancadas, despidiéndose con las manos en el aire y riendo. Sintiéndose libres, felices, jóvenes.
Marcos y Ana se miran, conduciendo a través de la clara noche, y se sonríen ampliamente.
De repente, y dejando atrás a sus tres mejores amigos y a la gran ciudad, el coche se adentra por un camino amplio, levantando una leve cortina de polvo blanco por el resplandor de la media luna. Paran en frente del río.
Apaga el motor ruidoso del viejo coche, pero deja puesta la música, que susurra lentas letras, y las luces encendidas.
Sus risas disminuyen y sus respiraciones se intentan acompasar, calmándose y soltando largos suspiros de satisfacción.
Un brillo en los ojos. Una mirada más oscura. Y una sonrisa rebelde.
Sus bocas se juntan y se mueven al unísono. Las manos entrelazadas en ambos cabellos.
Ya en la parte trasera del coche, subiendo el vestido de color rojo, desabrochando la blanca camisa y quitándose la ropa desesperadamente, se dejan querer.

Falling in love

-Jade?
-Alexander?
-Do you remember that day you fell out of my window?
-I sure do, you came jumping out after me.
-Well, you fell on the concrete and nearly broke your ass and you were bleeding all over the place and I rushed you off to the hospital. Do you remember that?
-Yes, I do.
-Well, there’s something I never told you about that night.
-What didn’t you tell me?
-While you were sitting in the backseat smoking a cigarette you thought was going to be your last, I was falling deep, deeply in love with you and I never told you ‘til just now.

divendres, 8 de març del 2013

Digues que m'estimes


Les llàgrimes no feien res més que lliscar cara avall, amb pressa, com aquell qui vol arribar d’una vegada al seu destí, a la seva meta. Els ulls envidrats no em deixaven veure res, cap fotografia, cap record que em permetés viatjar enrere, que em permetés girar les agulles del rellotge per fer que el temps retrocedís.

Però de què serviria? Estava quieta. El temps s’havia aturat. Les llàgrimes no paraven de córrer i el meu pit pujava i baixava contínuament, sense parar.
Al meu costat, la meva germana, que m’agafava i m’abraçava amb molta força, cridava el nom dels pares sense parar. Tenia molta por i jo no sabia què fer per a calmar-la.
No és fins quan et passa una cosa així, que et dónes compte del molt que els estimaves. De les mil vegades que volies però, per vergonya, mai deies res. Dels mil cops que t’hagués agradat dir “t’estimo” i no ho vas fer. Dels mil petons que es van quedar a la punta dels llavis. De tot el que haguessis pogut fer i que no vas fer.
El temps passa lent, cada segon és un infern perquè, ara més que mai, em sento sola. Molt sola. Sense que ningú em pugui ajudar. Les persones que passegen preocupades per l’hospital no em fan cas i ni tan sols es dignen a preguntar què ens passa. Els metges ens han abandonat i no tenim a ningú.
Els avis. Els avis no tardaran en arribar. I també ploraran i cridaran els seus noms. Però ens abraçaran i cuidaran de nosaltres, es faran els forts i tiraran endavant per a que no ens passi res. Per a que tot torni a la normalitat l’abans possible. Però qui torna a la normalitat després d’això? Algú ho aconsegueix?
Els seus braços em van transmetre amor. Tot l’amor del món que m’escalfava i em feia sentir una mica més segura. Però la meva germana encara cridava i els meus ulls ja estaven vermells. I les llàgrimes ara lliscaven també pels rostres dels meus avis i anaven a parar al final de la seva cara, on des d’allí es precipitaven cap a terra, caient com petites gotes d’aigua.
La casa era buida. Sense res. Tan sols fotografies que encara no es podien veure clares, fotografies amb rostres somrients dibuixats. Tot era tal i com ho havien deixat. La tassa del cafè encara damunt de la taula, i el plat de la torrada amb melmelada encara era allí, brut. El tros de paper que havien fet servir per avisar que farien una mica tard es trobava al seu lloc, amb el bolígraf a la vora. La partitura era a sobre del piano, tal com jo l’havia deixada la nit anterior abans d’anar a dormir. I, a l’aire, hi flotaven somriures, somriures alegres, somriures que ara ja no tornaríem a sentir.
Roba damunt de la cadira, sabates desendreçades i els llits per fer.
La meva germana s’havia quedat dormida al cotxe, així que vaig procurar no fer molt de soroll a l’hora de portar-la a l’habitació. La vaig gitar al llit i la vaig tapar amb molt de compte de no despertar-la. Ara em tocava a mi fer de mare.
Vaig sortir de la seva habitació i em vaig dirigir a la cuina. Mentre s’escalfava l’aigua vaig mirar aquella tassa buida. Les llàgrimes tornaren i les cames em van fallar. Vaig assentar-me a terra, cansada. El dia havia estat molt dur. Però jo no em podia deixar vèncer, havia de continuar tenint força per a donar-li tot l’amor possible a la petita de la casa, per ajudar-la a seguir endavant. Intentar que el que jo sentia per dintre no es notés per fora.
L’aigua ja estava al punt, així que em vaig aixecar amb poques ganes i vaig agafar un sobre de té per posar-lo al got. La infusió em va servir per a tranquil·litzar-me una mica i per pensar amb altres coses. Però l’intent va ser fallit. Al meu cap no hi havia res més que records, records que no volia oblidar mai. Imatges que sempre volia tenir presents. Fotografies que ara es veien clares i que mai canviarien. I a la meva ment hi havia riures, baralles, sons, veus i paraules que sabia perfectament que, ara no però, més endavant, m’ajudarien a ser més forta i a enfrontar-me amb el que fes falta.
Una mica d’aigua amb una pastilla em va servir per fer-me adormir. El coixí, banyat per llàgrimes inacabables, feia olor a la colònia que ells, els meus pares, em van regalar pel meu aniversari. La colònia que em van regalar ahir. No vaig somiar, o potser sí, però no recordo res. Res. Això és el que em queda. Ara restava el dia de l’enterrament. Tots els familiars i tots els amics i coneguts vindrien a donar-me el que fes falta i a dir-me que estarien sempre al meu costat. Però jo estava sola.
Se'm va posar la pell de gallina. Tal i com passa quan tens un malson que no et deixa dormir tranquil. Vaig obrir els ulls desesperadament i, amb els dits tremolant, vaig obrir la petita llum de la calaixera.